Pag IV
DE LA ANTOLOGIA DE LOS RELATOS DE BERNAND EUKARIO
Érase en la cima de una colina en el valle de la
Densidad, los llantos de un tronco hueco.
Donde el eco de las estrellas cuando caen termina ahogado
con un beso desterrado de tierra húmeda y espesa; este
lugar donde el río luna se comía bravo el orquestar de los
grillos.
Por los senderos que el carbonero trazaba con sus pies
cuál hormiga y se detenía cuando lo encontrabas golpeando
bajo sus pies, el alarido desdichado soplo los cabellos sobre sus
orejas llegando al lugar como susurro en la brisa.
Aquél hombre de manos negras que en soledad no vio antes
atisbos de vida racional por la densidad dudo de quien
lloraba, tenía razón; aquello lloraba como quien pierde la
razón.
Tomando por la cola al pico que cargaba navegó por la
hierba hacía un destino que bien conocía. La arboleda de
los gigantes.
El lugar donde bestiales árboles con troncos más grandes
que una cabaña y tallos más parecidos a un roble de fuego
promedio se alcanzaba a ver más allá de cualquier colina
como si de una cordillera de hojas se tratase.
La inmensidad del pequeño bosque devoraba toda
razón humana, convirtiéndose este en un temor
desconcertante para los habitantes de un pueblo sentado
a millas de distancia.
Una inmensidad que tragaba a cualquiera cuando la neblina
que se estancaba sobre el bosque y el resto del valle como
un tsunami inverso provocaba tumbos en el corazón de la
arboleda de los gigantes.
Y al caer la noche sobre las ramas se escuchaba un viento tan
atronador que cualquier llanto dejaría de escucharse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡fomenta el respeto cuidando tu forma de expresar! ‹3